Autoestima en los niños

La autoestima en los niños inicia a desarrollarse desde el nacimiento y continúa evolucionando, cambiando, mejorando e incluso deteriorándose conforme el ser humano crece. Sin embargo, la etapa fundamental para su formación es precisamente la niñez.

Este aspecto de la personalidad es el resultado de varios factores, pero principalmente de la relación existente entre el menor y su núcleo familiar. Por ello, vivir en un entorno social sano, acompañado de afecto y estímulos que fortalezcan sus conductas y emociones propiciarán un óptimo desarrollo de la autoestima. La Academia Estadounidense de Pediatría (AAP por sus siglas en inglés) enfatiza que:

«Entre más seguros, conectados y apoyados se sientan los niños durante sus primeros años, más probable será que en el futuro se conviertan en ciudadanos sanos, competentes y educados»¹.

Señales de baja autoestima en los niños

En la actualidad, muchos niños continúan experimentando los efectos del impacto del distanciamiento social; para revertirlo se requieren establecer vínculos afectivos y fomentar relaciones de confianza entre padres e hijos.

Por consiguiente, para determinar el estado de la autoestima se requiere poner atención en acciones cotidianas como la relación entre su hijo y sus círculos cercanos, así como en las actitudes o acciones negativas que suelen convertirse en patrones repetitivos.

Algunos indicadores de alerta son:

Evitar tareas o simplemente no intentarlas.
Darse por vencido a la primera señal de frustración o poco después de comenzar una actividad.
Engañar o mentir cuando cree que no obtendrá un buen resultado o perderá un juego.
Mostrar señales de regresión, actuando como niño menor al de su edad o de manera exagerada y burda.
Volverse controlador, dominante e inflexible.
Minimizar la importancia de los eventos.
Desinterés y desapego para actividades escolares o familiares.
Mostrar cambios de ánimo repentinos.
Adoptar constantemente actitudes y comportamientos negativos.

¿Qué pueden hacer los padres?

Buscar la orientación de un especialista con el fin de hacer esfuerzos en conjunto y obtener mejores resultados. Además, la AAP extiende a los padres o responsables de la crianza las siguientes recomendaciones²:

Abrir espacios para el diálogo.
Conocer acerca de las técnicas de crianza positiva.
Considerar la terapia para abordar traumas no resueltos.
Ayudar a los niños a comprender y controlar sus emociones.

De igual forma, llevar a cabo un esfuerzo individual y reforzarlo con el resto de la familia permitirá un avance más significativo. Lo principal es contribuir para que los problemas tengan una salida constructiva, brindarles un trato amoroso y el apoyo necesario para que desarrollen nuevas habilidades.

Consulte a su médico. Los artículos del blog «Salud de Hierro» no constituyen orientación médica ni deben ser utilizados con fines diagnósticos.

Referencias